Es medio día.
La iglesia esta semivacía, apenas unos diez feligreses sentados o incados, rezan para purificar su alma pecaminosa. La ceniza en recipientes a unos metros del altar mayor espera las manos que imprimirán la cruz en la frente de los pecadores.
Un silencio sepulcral invade el recinto religioso.
Dos jóvenes se acercan a los platos con cenizas de las palmas del domingo de ramos y de múltiples imágenes de papel quemadas exprofeso para este acto litúrgico.
-Una a otra se miran, buscan quien les aplique el símbolo de la cruz y escuchen atentas la letanía: “Polvo eres y en polvo te convertirás”.
Nadie escucha su llamado silencioso, se vuelven a mirar desconcertadas, voltean y se percatan de tres parroquianos esperan el turno de la purificación-.
…y, ahora qué? se preguntan.
La gente se empieza a sumar, apurándolas.
Alguien se acerca a las adolecentes y les indica casi en susurro.
-Ustedes tiene que tomar la ceniza.
Se miran de nuevo, incrédulas.
-Que ya no hay sacerdotes que nos digan en que nos vamos a convertir?- ¡exclaman! , ante el desconcierto de los presentes.
-ssssshhhhh! Se escuchó un gran reclamo gutural por la blasfemia cometida por las féminas.
–«Te dije que fuéramos a otra iglesia, apúrate pon la frente y te marco. Después tu me la pones”.
Terminado el acto que de origen bíblico que significa hacer penitencia, las mujeres emprendieron su retirada… y en voz casi inaudible se alcanzo a escuchar.
-Apúrate ya nos están esperando en el antro, tengo diez mensajes de whats app-.