Me he enterado por las redes sociales del hecho lamentable y trágico del linchamiento en Ajalpan, Puebla. Desgraciadamente ha habido otros hechos semejantes en lugares diferentes.
Hay agresores y agraviados. Hay agresores responsables en diverso grado. No alcanzo a conocer muchos detalles. Los hechos pueden tener pocos o muchos antecedentes previos. De alguna manera toda la sociedad, especialmente la comunidad cristiana, está afectada por este hecho. No podemos quedar insensibles y ajenos. Somos corresponsables especialmente de lo que pueda suceder en el futuro inmediato.
Llamo a todos a recapacitar en el hecho y cómo nos involucre. Hay que buscar la verdad y la justicia, pero con rostro y corazón humano en el que Dios tenga su morada.
Llamo a todos a perdonar y pedir perdón. No es algo fácil, hay que hacer violencia interior. Pero llamo a pasar de la locura de la violencia a la locura del perdón, repito: solicitarlo y concederlo. Me explico: es locura porque va más allá de la razón el dejar desatar la violencia y también el llegar a perdonar a pesar de todo. Quien no está sanado en su corazón, se debilita para ayudar a otros.
La guerra inicia en el corazón humano. Ahí debe nacer la decisión de construir la paz profunda. Importante asumir esto: puedo-quiero-elijo-me decido a perdonar / a pedir perdón.
El proceso para llegar a la paz es lento, delicado y exigente, pero muy fructuoso. Requiere lo siguiente: honrar profundamente y acoger el dolor de las personas que han sido víctimas; reconocer con honestidad y cabalmente la participación agresiva; construir y reconstruir la verdad; promover la justicia restaurativa; hacer reparación del daño; llegar a la suficiente garantía de no repetir la ofensa; vivir el proceso del perdón solicitado y concedido; experimentar el gozo de la reconciliación, que da la paz profunda.
“¿Hasta cuántas veces tengo que perdonar?” Simón Pedro le preguntó a Cristo Jesús, quien respondió: “hasta setenta veces siete”, o sea siempre. Esta apertura de Jesús no debilita los frutos del perdón, no aleja de/sino que acerca a la garantía de no repetición de la ofensa. En otras palabras, con este proceso el mismo agredido y también el agresor pueden llegar a convertirse en constructores de paz.
Que en este mundo de odio y destrucción, usted y yo podamos ser constructores de paz. Con nuestras actitudes nos sumemos a muchos otros que buscan vivir y convivir de esta manera.