La incertidumbre Puebla la zona y aún se pueden escuchar llantos y ataques de histeria colectiva ante el mínimo ruido de alerta de desgajamiento de algún cerro cercano a las viviendas, calles o rutas marcadas por los pasos de los campesinos de camino al campo.
El pánico aún recorre invisible las poblaciones de la Sierra Norte de Puebla, que vestidas de lodo y escombro han sepultado al menos unos 40 cuerpos a causa de los estragos que ocasionó la tormenta tropical “Earl”, la madrugada del domingo 7 de agosto.
Los lugares han quedado incomunicados; sin embargo, eso no es obstáculo para que los moradores con el miedo a cuestas regresen a sus hogares en busca del bolso, tal vez del teléfono celular que guarda la historia de la familia, de algún objeto personal del ser querido que sucumbió ante la fuerza natural.
El llanto es inevitable, la escena es dolorosa, todos buscan, nadie encuentra; en el camino lodoso yace un muñeco de peluche que se confunde con la tragedia serrana, y ahí a unos metros perros entrenados para catástrofes, buscar entre barro chicloso algún indicio de vida; tal vez la del dueño o dueña de ese peluche que en algún momento brindo alegría sus dueños.
Ese domingo “Earl” a la velocidad de un rayo acabo con la vida de muchos y las ilusiones de otros tantos. Hoy las calles fangosas inundadas de ramas, arboles, coches destruidos y viviendas desaparecidas acompañan el cuadro dantesco de una población que vive al filo del desastre.