PRIMERA PARTE
Por Emmanuel Montiel
«¡Ahorra!, ¿cuándo esto se termine que vas hacer?» le pregunta la patrona a Gilbert, un chico de 13 años que trabaja llenando galones. Gilbert como otros muchos chicos es aprendiz de huachicolero, su rutina es atender a los clientes, llenar los tanques de los autos, preparar los galones y en ocasiones ser «halcón» cuándo se tienen que ir a entregar a otras comunidades, entre esos pedidos hay entregas especiales a gasolineras, -pero esa historia huachicolera es para otro día-, «eto nunca se va caba» me dice Gilbert mientras atravesamos el pueblo brincando topes. El chico no sabe leer y tampoco escribir, quiere regresar a la escuela, pero los 15 mil pesos a la semana que esta ganado lo hace sentir que no será necesario, es fanático de los corridos, tiene gusto por el campo y las actividades agrícolas.
Llegamos al punto de entrega, abren las enormes puertas y entramos de reversa, minutos después llegan cuatro sujetos con cuernos de chivo y chalecos negros tácticos, dos de ellos en edad de cursar su primer año universitario, saludan y pasado un rato salimos del lugar, sin gasolina pero con dinero, el chico me dice «-quiedo un cueno de chivo-«.
La patrona nos espera, son las 15 horas y somos los últimos en llegar, ¿qué paso, dónde andan? nos pregunta, -tuvimos que dar un paseo largo, andaban los sapos y los moscos dándonos alcance- la patrona es una mujer de campo, piel de campo, acento de campo, apenas un par de años mayor que yo, hacemos cuentas, mientras Gilbert mira atento el asunto, esperando su paga y que le pasen el plato con pollo frito «¡ya hace hambe!».
-La semana pasada se prendió una camioneta en el «punto», el chico que estaba arriba se murió, todos corrieron-, me comenta la patrona con voz apenas afligida y es que en esta comunidad todos tienen que ver, directa o indirectamente con el huachicol, los que tienen el rango más alto son quienes lograron los acuerdos con autoridades estatales, locales y policía, están quienes hacen la excavación y hacen la perforación, los famosos “chupaductos o huachicoleros”, de ahí le siguen los «asociados» pagando una cantidad de dinero mensual por el derecho a «formarse en el punto» un número de veces previamente establecido, y que tienen permitido –hasta ese momento- precio de venta en 5 pesos, no importando si sale “roja o verde, Magna o Premium” de ahí quienes realmente acuden al punto de extracción a formarse con las «huachitrocas» choferes, que dependiendo de la presión del ducto y de la cantidad de camionetas y camiones pueden estar apenas un par de horas o toda la noche formados, en momentos así hay familiares o vendedores nocturnos que llevan café, pan u otras opciones para cenar, los centinelas o “halcones” son los siguientes, muchachos que por su edad fácilmente podrían estudiar la secundaria o preparatoria, estos chicos se dividen en «patrulleros motorizados» manteniendo cercos de seguridad al rededor del punto, dentro y fuera de la comunidad, siempre armados, mantienen comunicación por mensajes y llamadas whatsapp, el siguiente eslabón son trabajadores en las casas o puntos de venta dentro de la comunidad y choferes que trasladan el «agua» a otras comunidades para su venta a precios entre los 8 y 10 pesos «-hay otros que su tarea era llevar hasta la ciudad de Puebla, pero ya son cada vez menos, estamos hablando de Ubers, taxistas, comerciantes de abarrotes, oficiales de policía, vendedores de ropa, todo aquel que tiene un auto o transporte de carga, pero la policía Federal y Estatal quieren más dinero por cada atorón, ya ni se diga del ejercito-» me dice el «flaco» quien dos veces ha sido atrapado, una por la Policía Federal, esa vez desembolso 20 mil pesos y la camioneta con la gasolina, la segunda ocasión lo detuvo una patrulla del ejército en una vereda, le sacaron 60 mil pesos y 3 tinacos de mil litros que llevaba, a cambio de no desaparecerlo, esa vez Gilbert iba con él.
Entre los beneficiados indirectamente también hay ladrones de camionetas, vendedores de armas, proxenetas, bares, talleres mecánicos, tiendas de refacciones, agricultores, que venden las cosechas para «esconder» los galones en las camionetas, hasta señoras que hacen aseo en las casas de los mandos huachicoleros, otros más vendedores de materiales para la construcción, ropa, zapatos, abarrotes, etc. Cuando vas entrando al pueblo identificas claramente quien anda en el “bisnes” y quien no, los primeros tienen dos o tres casas grandes, con acabados extravagantes y varios vehículos en los patios, ¡todos tenían dinero para gastar, había abundancia!
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¡Los militares llegaron al punto! grito la patrona convocando a las mujeres y encabezando la caminata con rumbo a donde estaba todo el asunto, minutos después nos acercamos desde la comunidad vecina, para parecer neutrales cuando los militares ya emprendían la retirada, pero antes dispararon a lasllantas, parabrisas y rafagueado las «huachitrocas» -ya había pasado antes-, los militares aguantan la embestida a pedradas de mujeres y niños, en la retirada siempre «deshabilitan» los vehículos disparando a los tanques de gasolina robada para dejarlas incendiadas, Gilbert intenta alzar una piedra, pero el rifle apuntando del militar hacia nosotros lo desanima, mejor se hace estatua y silencio.
«Se rumora que van a entrar al pueblo, pero si entran los van a matar, va a ser una matazón» me dice la patrona, mientras Gilbert asoma la cabeza por la ventana del automóvil con rumbo a Palmarito.